Guía de Alone in the Dark 3
Capítulo III
Solución
La azotea resultó ser un intrincado laberinto. Me fijé en un objeto, que cada un rato era alumbrado por una luz roja. Con un poco de rapidez, me hice con la soga sin que me tocara la luz roja, pues seguro que no me haría nada bueno. Por los pasadizos, me hice con un látigo, una tira de balas y una placa que, colocada en mi pecho, me protegería de varios impactos.
Por allí, había un cadáver ambulante que, golpeado con el látigo, soltó una bolsa de oro. Era Jim Burris, un ser tan codicioso que sólo una bala de oro podría acabar con él. Dicho y hecho, cargué el Winchester y le destrocé. Esto me proporcionó un saco de escorpiones, con el cual Jim Burris me quería obsequiar. Por allí había una puerta atrancada, que abrí a base de escopeta al estilo de Papá Noel. Pero al entrar, un ser de tez verde me empezó a hacer magia negra afixiándome. Con ayuda de la soga del ahorcado puse en acción la manivela del cadalso, con lo que me libré de una muerta segura. Tiré el saco de escorpiones por el agujero, y gracias a ello pude coger un cartucho de dinamita y un trozo de carne seca.
Continué hasta una sala con un tonel lleno de pólvora. En ese momento cerraron la puerta y me dispararon. Gracias a la placa que tenía en el pecho, no me hizo ningún daño, pero hizo estallar dicha placa. Aquí conseguí una Gatling. Abrí la puerta y, como no había ninguna salida, decidí hacerme una. Para ello, puse la mecha y el cartucho en la grieta cercana al barril. Encendí la mecha y salí fuera de la sala, para que no me afectara la explosión.
El orificio causado por la detonación conducía a nuevos pasadizos, al fondo de los cuales se encontraba una máquina averiada. Para llegar allí, antes había que acabar con otro pistolero. Decidí que era hora de calentar la Gatling. Cuando llegué a la máquina, la arreglé con la estrella del sheriff y la hice funcionar con ayuda del látigo.
Esto dejó abierta una puerta hasta ahora cerrada. Lo único que podía hacer era saltar desde un inseguro tablón. Así que decidí correr hasta el tablón y pasé volando la calle hacia el edificio vecino. Al llegar a dicho edificio, me percaté de que no había salida aparente, pues las tablas estaban rotas y las puertas cerradas. Me encaminé un poco adelante, y allí había un anillo. Nada más cogerlo, me fijé que Emily estaba al otro lado, caminando como un zombi. Por tanto encendí los quinqués de la pared: uno abrió una puerta, y en otro apareció un anciano indio que me comentó algo acerca de mi amuleto, me traería de los muertos. Entré por la puerta y recogí un trozo de periódico, que comentaba el triste final de Arizona Kid. El muchacho fue asesinado y juró aparecer y vengarse el aniversario de su muerte, pasando por un cuadro pintado con su sangre.
Me fijé en dicho cuadro y el pájaro del reloj de cuco empezó a graznar. ¡Algo iba mal! Arizona salió y empezó a disparar a diestro y siniestro. La única forma de salvarme era acallar al pájaro, y así lo hice con la carne seca que tenía; y además conseguí una ficha. Arizona salió por el cuadro y yo le seguí, pues ese cuadro tenía algo raro.
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