Guía de Curse of Enchantia
I - El Castillo
Solución
BRAD COMIENZA encerrado en uno de los lúgubres calabozos del castillo que sirve de cárcel a la bruja. Estamos colgados Estamos colgados, boca abajo, de unos grilletes anclados en la pared. Seleccionamos el icono de hablar y veremos cómo nuestro amigo pide ayuda. Al oír su grito, el guardián de la celda entra en la estancia increpándole para que se mantenga callado. Cuando se marcha, tropieza con el escalón de la entrada y deja caer una llave. Brad no tarda en adueñarse de ella para abrir sus grilletes. Ya libres, nos damos un paseito por la mazmorra, encontrando en la esquina inferior derecha un doblón de oro. En la pared, localizamos un ladrillo suelto. Lo empujamos y se desploma ante nuestras narices. Cogemos un clip que se encuentra por allí y abrimos con él la puerta de la celda. Salimos al exterior y nos encontramos en el pasillo de lo que parece será la salida del castillo. Cogemos una pecera situada en la esquina. Al hacerlo, el guardián del corredor sale pitando. Miramos por la cerradura de la puerta que hay al lado de la pecera y vemos otro guardián. Así que, antes de que salga, ponemos pies en polvorosa, esquivando los mazazos de los guerreros de la estancia, cogiendo los diamantes y monedas que encontramos. En nuestra rápida huida, no vemos el cartel que advertía del peligro por las obras que se están realizando en el castillo. Por ello, caemos a las profundidades del foso que lo rodea. En el fondo nos ponemos la pecera a modo de escafandra pero necesitamos más oxígeno. Nos dirigimos a la roca de la derecha y de allí cogemos un doblón, para volver hacia el pez prisionero, al que liberaremos empujando sobre la reja que lo mantiene atrapado. Examinamos un trozo de tierra removida. Al hacerlo, aparece una lombriz con la que nos dirigiremos hacia la tienda de oxígeno. Saludamos al pez que la regenta, y cambiamos el gusano por oxígeno. Ahora nos encaminamos hacia las anguilas eléctricas. Ante la imposibilidad de pasar, recogemos una concha que nuestro amigo el pez, agradecido por su liberación, nos facilita, y se la entregamos a la tortuga que se pasea por ahí. Al hacerlo nos permite subir a su concha para franquear a las anguilas. Recogemos un fusil, que se encuentra oculto en unas algas, y lo usamos para atacar a los tiburones que se interponen en nuestro camino. Llegamos a una ostra gigante que se abre y se cierra, y, aprovechando el momento en que está cerrada, saltamos por encima. Y llegamos al final de esta fase. Insertamos el fusil eléctrico junto al tapón a modo de palanca y nos vemos absorbidos por la fuerza del agua.
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