Guía de Discworld (Mundodisco)

Acto I: El Detector de Dragones

Solución

Más tarde, por la mañana, el Archicanciller y el tesorero hablaron sobre una solución para acabar con el dragón y, como no hay más remedio, recurrieron al único mago inservible: Rincewind.

Rincewind era un mago huesudo, larguirucho, como la mayoría de los magos, y envuelto en una túnica color rojo oscuro que llevaba unos cuantos signos cabalísticos bordados en lentejuelas oxidadas. Y claro, también tenía su sombrero puntiagudo. Rincewind tenía un objeto místico, su Equipaje, que podía andar y pensar gracias a estar hecho de peral sabio. Este elemento, fue un regalo de su amigo Dosflores por, entre otras cosas, salvarle la vida y poder llevarle de regreso a su casa, y encima estaba vivo.

Pues bien, el tesorero llamó a Rincewind y le dijo que fuera a ver al Archicanciller. Rincewind, ni corto pero algo perezoso, se levantó de la cama y se dirigió a la habitación del Archicanciller. La habitación del Archicanciller estaba en el piso primero (contando desde el suelo) a la izquierda. Rincewind se decidió a entrar tras un rato de meditación.

Allí estaba, por supuesto, el Archicanciller esperándole. El Archicanciller le habló sobre el dragón, del mal que estaba haciendo y del bien que podían hacer los magos contra él; pero, aún así, Rincewind no se sintió muy convencido. Al final el Archicanciller de la magia encargó a nuestro amigo el libro mágico de cómo detectar los dragones.

Rincewind bajó a la planta baja de la Universidad Invisible (lugar de donde han salido muchos de los mejores magos, y uno o dos de los peores). Allí, a la izquierda, estaba el ropero donde entró y cogió la escoba. Subió a su habitación del ático y abrió el armario. Cogió su monedero y, con la ayuda inestimable de la escoba, despertó a su Equipaje.

De nuevo en la planta baja, nuestro amigo se metió en la puerta de la derecha, que era la de la biblioteca.

El bibliotecario era un simio. Esto ocurrió tras un escape de magia que lo dejó así, y ahora él no quiere cambiar a su forma humana; puesto que es mejor ser un mono que ser un humano. En realidad, ser bibliotecario de la Universidad Invisible era un trabajo muy duro, porque los libros de magia tenían escapes y, si llegabas a dormirte, no sabías como despertarías después. De todas formas, aunque el bibliotecario fuera un mono, nadie podía prescindir de él, pues porque era el único en todo el edificio que sabía donde estaba cada libro y, lo mejor de todo, de cómo cogerlo.

Rincewind habló con él sobre el libro de dragones y, después de una gran charla, le dio el plátano para que el bibliotecario le diera el libro. Así fue.

Nuestro amigo volvió a la habitación del Archicanciller donde le entregó el libro. Éste, le comenta a Rincewind que, para fabricar el detector de dragones, necesita unos elementos como un cayado, una espiral, una criatura excitable, un objeto de hierro y aliento de dragón. Sólo esto último, hizo que nuestro amigo gimiera de miedo.

A pesar de todo, Rincewind pensó que los dragones también tendrían oro, y esto le llenó de valor.

Rincewind bajó al comedor, en el primer piso a la derecha. Allí, vio el cayado del famoso y astuto mago, al igual que sordo, Windel Pons. Usando su ingenio habitual, Rincewind sustituyó el cayado del mago por el mango de la escoba, obteniendo el primer ingrediente.

Rincewind salió del comedor y de la Universidad. En el Campus, Rincewind intentó abrir la puerta de la Universidad, pero parecía que habían cambiado el hechizo. Por suerte, allí había un pequeño aprendiz de mago con el que entabló conversación. Tras hablarle de todo, éste le dijo a Rincewind como abrir la puerta, y consiguió abrirla y fabricar una rana. La cogió y salió a la ciudad.

La ciudad se llamaba Ankh-Morpork, que en realidad eran dos ciudades. Dos ciudades separadas por el río Ankh, el cual no era apto para ninguna clase de baños. A menudo, algunos ladrones flotaban por él.

Como lugar principal de reuniones populares, la gente utilizaba la Plaza. Allí es donde se dirigió nuestro amigo.

Cuando llegó a la Plaza, Rincewind se metió en el Psiquiatra donde estaban dos personas sentadas. Tras aguantar el rollo que le soltó la secretaria, se sentó y entabló conversación con los dos personajes: un troll que trabajaba en el Igneo del Troll, y la lechera, la cual había tenido un trauma de pequeña. Salió y volvió a entrar, viendo que el troll había dejado un sitio libre. Esto le dejó paso libre hacia la red cazamariposas que cogió, y volvió a hablar con el troll y con la lechera de todo.

Afuera, nuestro mago cogió un tomate del tenderete y se lo lanzó al recaudador de impuestos que estaba en la picota, y volvió a coger otro, dejando éste último al descubierto un gusano que también cogió.

Allí en la Plaza, habló con el rapaz o gato callejero hasta que éste le enseñó el arte del robo, y nuestro amigo se hizo con unos pantalones de mujer rosados de los abueletes de la entrada.

Salió de la Plaza y se dirigió al Palacio, que era el lugar de residencia del Patricio. El Patricio de Ankh-Morpork era una democracia conocida: Un Hombre. Un Voto. El Hombre era el Patricio, y el Voto era el suyo.

Rincewind tuvo que entablar conversación con los guardias hasta que estos, después de una pelea civilizada, le dejaron pasar amablemente. Dentro, tras hablar con todo el mundo de todo, Rincewind entró en el baño y recogió un espejo de la pared.

Salió con destino a la Calle. Se fue a la pescadería y habló con el pescadero, cuyo olor era bastante fuerte. Después, cogió el cuadro del pulpo, y luego se dirigió a la juguetería. Aquí, nuestro amigo cogió un burrito rosa de peluche y el ovillo de lana del mostrador, pero no habló con el juguetero porque éste estaba demasiado distraído como para hacerle caso, ó incluso le hablaba sobre cosas extrañas.

Rincewind se dirigió a la barbería, donde observó el rulo que ésta llevaba sobre la cabeza, y le habló sobre él. Se lo devolvió al barbero. Rincewind tenía que conseguir ese rulo y por tanto, habló con el barbero. Éste le contó historias de su querida lechera, momento que aprovechó nuestro mago para, usando su habilidad de ratero, robarle el rulo del bolsillo; y así consigue otro ingrediente más.

Rincewind salió de allí y se fue a un lugar llamado el Establo de Libreas, con un hermoso burro algo entristecido. Cogió algo de maíz y se fue al Callejón.

El Callejón era un lugar singular y además una escuela, donde se preparaban asesinos y ladrones de los distintos gremios. Aquí, Rincewind se dirigió a la casa del alquimista. Habló con él un rato sobre su experimento y observó una caja de cerca. Pulsó un botón y apareció un duende, otro ingrediente que le faltaba. Para distraer la atención del alquimista, tiró el maíz sobre el frasco haciendo palomitas. Ya estaba todo listo, pero al intentar coger al duende, éste, más listo aún, huye hacia un agujero de la pared afuera. Nuestro amigo salió y, en el Equipaje, ató el gusano con el ovillo de lana. Con el gusano atado, Rincewind atrajo al duende hasta que se hizo con él. Otro ingrediente para el detector.

En el Callejón, una losa despertó la curiosidad de Rincewind. El mago, se guardó él mismo el espejo y se colocó encima de la losa. Salió disparado al tejado en lo que, al parecer, parecía un medio de transporte para los deshollinadores.

Arriba, habló con el deshollinador, el cual parecía bastante molesto con Rincewind. Éste no le hizo ni caso, y se fue a la torre del fondo. Allí, se subió al mástil y, tras una visita inesperada de la Muerte, al parecer haciendo su trabajo por adelantado, pudo mantenerse en equilibrio. Colocó el espejo en la punta del mástil y deslumbró al dragón. Consiguió el aliento de dragón y un buen susto, aunque salió ileso de la operación. Antes de bajar, Rincewind se hizo con una escalera que había allí en el tejado. Para salir, Rincewind divisó una ventana al fondo que le “echó” a la calle.

Rincewind ya estaba algo cansado cuando se dirigió al Tambor Roto en busca de bebida. El Tambor Roto estaba en la Calle Filigrana, y algunas veces lo arreglaban y lo llamaban el Tambor Emparchado. Rincewind se dirigió allí sin más dilación.

Hablando con el camarero, Rincewind consiguió una jarra de cerveza y unas cerillas que se guardó. Ya que estaba allí, habló con un cliente atemorizado que se escondía debajo de la mesa, al cual le habían robado el pase de entrada. Salió de allí.

Rincewind volvió a la Universidad Invisible. Se metió por la parte trasera y cogió un saco de fertilizante. Rincewind se guardó la red cazamariposas y puso la escalera en la ventana. Subió peldaño a peldaño hasta la parte superior de la cocina y allí capturó la tortita con la red. Entró en la Universidad, sin olvidarse de coger la escalera, y se fue a la cocina; en el sótano. Allí cogió la sartén y un plátano. Rincewind salió y se fue al ropero, donde encendió una cerilla en una “forma”, que resultó ser una lámpara. Con las luces encendidas, cogió el almidón de una repisa.

Todo contento y feliz, nuestro mago fue a la habitación del Archicanciller y le entregó todos los ingredientes: el cayado, el rulo, el duende, la sartén y el espejo. El Archicanciller le dio un detector de dragones patentado, por él mismo, claro.

En la ciudad de Ankh-Morpork, Rincewind buscó, usando el detector de dragones, la guarida de dicho dragón. Al final la encontró. El lugar donde estaba el dragón era el Granero. Consiguió todo el oro, pero sin darse cuenta de que el dragón estaba allí. El dragón le hace un trato a Rincewind, un trato que este no puede rechazar...

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