Guía de Broken Sword II: Las fuerzas del mal
Pesquisas en los Muelles
Solución
Llegué bastante rápido a la galería de arte, donde encontré al crítico de arte. El muy soez y estúpido, destruyó mi vasija y me dio pistas interesantes sobre Oubier. Hablé también con el dueño de la galería, el tal Glease, quien me dio pistas sobre los muelles de Marsella. El cuerpo me pedía venganza sobre el maldito crítico de arte, así que le puse dos generosas raciones de la petaca que tenía (absenta, según creo) en su copa. Cayó al suelo tan fuerte que destrozó algunos objetos de valor de Glease quien, enfadado, se fue hacia el inconsciente crítico; momento que aproveché para recoger una etiqueta de los cajones de embalaje que estaban al fondo de la estancia, para luego fijarme en ella: Condor Transglobal. Volví a mirar el periódico, y todas las piezas comenzaban a encajar.
Tras aparecer en los muelles, conocí, mirando por la ventana de una caseta, al vigilante que echaba basuras por la trampilla. Hablé con él, pero no logré convencerle de que me dejara pasar. Bueno, pensé que habría que hacerlo por las malas. Bajé unos escalones próximos, donde había y un gancho que recogí. con el gancho, me hice con una botella que, supuestamente, el guarro del vigilante había lanzado al agua. Me colé seguidamente por la trampilla para quitar de en medio al vigilante, pero su poder de convicción era demasiado fuerte y poderoso (¡dios, que asco!). Subí arriba donde me fijé en la estufa y mi mente comenzó a funcionar. Como la chimenea estaba ardiendo, eché el agua de la botella para enfriarla; seguidamente, obstruí con la botella la salida de los humos. El vigilante salió echando patas, momento que había que aprovechar. Bajé los escalones de nuevo para meterme por la trampilla finalmente y subir al cuarto del guardia, donde cogí un trozo de carbón y las galletas para perro que estaban por allí. Inmediatamente después, me echaron a patadas cuando entró el guardia algo mosqueado. Salí y me fui de nuevo abajo, donde el perro de las narices seguía ladrándome. Ya era hora de un baño para él, así que le eché las galletas de perro en una trampilla cercana y, cuando estuvo en ella, usé le gancho para quitarla y que se lavará. Subí de nuevo y pasé la valla sin problemas.
Ya pasado todo el meollo del perro, me fijé en los almacenes hasta encontrar el correcto. Subí por unas escaleras cercanas, y me metí por una ventana donde, gracias al gancho atrancado en el ventilador, me puse al día de los acontecimientos. Para poder entrar, el guardia era un problema, un problema gordo; así que decidí afrontarlo con valentía... e ingenio, claro. Bajé a la puerta y la aporreé hasta que se abrió la mirilla y apareció el guardia. Le convencí para que saliera. Rápidamente, antes de que abriera la puerta, subí por las escaleras para usar la inteligencia en vez de la fuerza. Cuando salió a partirme la cara, lancé el primer barril que produjo curiosidad en el indio; así que le lancé el segundo deshaciéndome de él y entrando en el almacén.
Dentro, me fijé atentamente en el tablón de anuncios usándolo; y tras abrir los cajones del escritorio, adquirí una pequeña llave de latón. Me acerqué a los cajones donde tenía un presentimiento, y donde estaba el enano que había visto antes, el tal Titipoco. Tras hablar con él, le desencadené y, en vez de agradecérmelo, salió echando patas. Pulsé el botón del ascensor que, supuestamente, me llevaría al piso superior. Arriba, decidí colocar uno de los cajones para que taponara la célula ascensor y, así, para que no bajara. La oscuridad me asustaba (y aún sigue haciéndolo) así que encendí un interruptor cercano, dejando al descubierto unas extrañas huellas en el suelo. Algo habían arrastrado hasta... una puerta secreta. Tras abrirla, allí estaba Nico atada y amordazada justo para hacerla un... bueno, recogí el fetiche oscuro del suelo y, tras hablar con ella, la liberé. Por fin me enteré algo más de lo ocurrido, y puse la cinta adhesiva que tenía Nico en la célula del ascensor, para poder colocar el anterior cajón en su lugar. Esto me obligó a mover otras cajas para colocar la cuerda a una estatua, levantándola antes con ayuda de una especie de gato, y así atarla al gancho. Intenté moverla, pero como quería que Nico fuera útil, me hice el blando y le pedí ayuda. Tras salir, puse los grilletes sobre el cable para salir de un modo espectacularmente... penoso, como siempre me ocurre.
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