Guía de Vudú Kid
Huesos Amigos
Solución
Por suerte no todo estaba perdido, pues allí me encontré con el mayordomo del Barón, el cual se ofreció a ayudarme. Cerca de allí examiné un curioso cofre hasta que me llamaron la atención, y otros objetos más. Entre ellos, unos tablones que me despejaron una salida por un pasadizo y una caja de madera que empujé. Cerca de allí encontré un cubo de agua y un saco de arcilla los cuales cogí, y me fijé en una palanca en un cuadro, la cual utilicé. Luego examiné la mesa de trabajo en la cual había un molde de un medallón. Con la arcilla y el agua, tuve el mío propio, que además era mágico.
Mi siguiente objetivo era examinar la habitación contigua, así que pasé por abajo con mucho cuidado. Examiné todo lo que pude encontrar, entre ello un montón de cajas que se cayeron sin querer. Hablé con el mayordomo y miré un cofre cercano, que contenía una especie de maquinaria. Moviendo las ruedas, conseguí que la araña se acabara montando, con la cabeza mirando hacia arriba. Terminado esto, el cofre se acabó abriendo. En su interior encontré el sombrero del Barón Morgue, una flauta y un objeto que no sabía exactamente qué era, llamado loa. Tras darle el sombrero al mayordomo, éste me concedió información interesante y un trozo de mapa, el cual coloqué en su sitio.
Creí que usar la flauta en las cuerdas sería una manera útil de escapar, pero lo único que logré fue quedarme encerrado. Menos mal que el mayordomo me comentó algo sobre el misterioso objeto, la loa; que era para dejar el cuerpo terrenal y salir como un alma. Lo usé y salí por los tablones hasta encontrar la Biblioteca. Dos estanterías me llamaron la atención, una con una calavera y otra con una estatua africana, y en esto se cayó un libro que me dispuse a leer. Al terminar, el Barón Morgue detectó mi presencia...
Me fui de allí velozmente hasta la Bodega donde usé la flauta y luego volví a mi cuerpo terrenal. Tomé un hueso cercano y lo puse en la escalera para subir, llegando hasta la Enfermería. El pobre mayordomo estaba encerrado allí, así que empecé a mirar por todas partes y abrí una portilla, donde un monstruo me saludó no muy amistosamente. Como hacía una gran corriente de aire, decidí cerrar aquella cosa. Fui al otro lado y me fijé en una cabeza en un bote de cristal; también, allí, leí un libro y cogí un bisturí. Regresé y, en la mesa, encendí tres velas como la lámpara. Usé la jeringuilla con el color rojo y el amarillo para resolver un complicado mecanismo con una moneda, logrando liberar al mayordomo. Éste, agradecido, me entregó más trozos del mapa. Después de un rato ordenando dichos trozos, investigué por donde salió el mayordomo.
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