Perdiendo la cabeza
Si hubo un género que proliferó en la época de los 16 bits ese fue el de plataformas. Salieron gran cantidad de títulos, algunos de licencias propias de las grandes compañías como Nintendo o Sega, teniendo a Mario y Sonic como estandartes, otros en licencias famosas del cine y la animación, como los que aparecieron basados en personajes de Looney Toones.
Quitando los lanzados por las dos grandes compañías niponas del momento, cuya calidad estaba certificada, muchos de ellos eran bastante parecidos. Sin embargo, el plataformas que nos ocupa obtuvo grandes críticas gracias a un elemento innovador, la cabeza del personaje y también gracias a la llamativa estética teatral y a las marionetas que pueblan el mundo en cuestión.
Pero primero, pongamos en situación el mundo de Dynamite Headdy. El personaje principal, Headdy, es la gran estrella del Treasure Theatre, quienes gozan de gran éxito gracias a la obra Dynamite Headdy. Todo parece ir bien hasta que nuestro personaje decide marchar a North Town a visitar a sus amigos Headcase, Hangman y Beau. Sin embargo, se encontrará que el malvado rey marioneta, Dark Demon, se ha hecho con el control de la ciudad, decidiendo qué marionetas debían vivir y cuales convertirse en parte de sus tropas. Headdy es capturado por el Robo-Collector, quien lo deposita en la basura para ser incinerado.
Headdy logra escapar pero sus problemas no acaban ahí, ya que las inmediaciones estan repletas de tropas de Dark Demon y para llegar al castillo del rey deberá derrotar a los Keymasters, las tropas de élite. Además, la marioneta Trouble Bruin está celosa del éxito de Headdy y, llevado por los celos, quiere aprovechar la oportunidad para acabar con su competidor y quedarse con su puesto y su fama.
Como era habitual en aquél entonces, el juego se dividía en niveles o fases. En Dynamite Headdy se hizo un reparto algo diferente, ya que se dividió en escenarios y cada conjunto de escenarios formaba un acto. Al final de cada acto, nos enfrentábamos con un final-boss, en este caso, un keymaster.
La gran gracia del juego, como he comentado anteriormente, se basaba en la habilidad que tiene Headdy de poder lanzar su cabeza en cualquier dirección, o ntercambiarla por otra, cada una con sus habilidades. Esto daba mucho juego, ya que dependiendo de la situación tener una u otra podía facilitar o dificultar nuestro avance. Por poner algunos ejemplos de cabezas: Lotsa, permite disparar varias cabezas a la vez; Slammer, cabeza en forma de martillo que permite a Headdy romper objetos duros o causar más daño; Vacuum, al atacar la cabeza absorbe todo lo que haya alrededor, enemigos incluídos.
También teníamos que tener en cuenta que cabeza cogíamos, ya que algunas provocaban efectos negativos en nuestro personaje, como la Head Trip, que hacía que Headdy se moviera más lento y le imposibilitaba saltar.
Como no todo iba a ser malo, nuestros amigos nos ayudarán. Headcase nos permitirá cambiar de cabeza cuando le ataquemos, proporcionándonos aquella que nos muestre en el dibujo; por otra parte, nuestro amigo Hangman nos ayudará a avanzar en ciertas partes del juego, ya que actuará como gancho para que la cabeza de Headdy se agarre y tome impulso.
A lo largo del juego hay una serie de secretos. Hay varias formas de conseguirlos, dependiendo cuál de ellos sea: encontrar un ítem escondido, derrotar a un jefe oculto o romper ciertos elementos del decorado.
Todo el juego se desarrolla en un mundo de fantasía teatral, repleto de marionetas que pueblan el colorido mundo.
Sin duda alguna, uno de los mejores plataformas que aparecieron en la época, altamente recomendable y que no decepcionará a nadie.