El pirata de los siete mares
Hace unos días veía la magnífica película de piratas titulada en España "El Temible Burlón", protagonizada por Burt Lancaster. Por lo que sea, el diseño del barco y el entorno me recordó que había un juego español de piratas al que jugaba de pequeño y que me resultaba bastante entretenido. No recordaba exactamente el nombre, pero la búsqueda no ha sido difícil, no se titula Piratas, pero sí Corsarios.
El juego fue lanzado en el año 1989 para multitud de plataformas, tal y como era habitual en los títulos de Opera Soft, intentando cubrir todo el mercado de los 8 bits, así como algunas plataformas más avanzadas como Amiga, versión que luce espectacular (como no podía ser de otra manera.
Al rescate de una bella damisela
El argumento no es demasiado elaborado: estamos en el Queen Opera (vaya, con el nombre del barco!) y debemos batirnos el cobre con multitud de piratas malcarados con el objetivo de salvar a una bella dama que se encuentra en apuros. El damsel in distress de toda la vida.
Lo que sí era superlativa es la portada del juego, que llamaba la atención a la legua, puesto que era obra del maestro Alfonso Azpiri. Sin duda alguna, era de las que se grababa en la memoria, absolutamente fantástica.
Antes de seguir, decir que el juego tuvo bastante éxito posteriormente a su lanzamiento, en los famosos packs que se lanzaban con varios juegos. En este caso, yo lo tenía en el Summer Pack que lanzó Opera, diría que en 90, junto a MOT y Livingstone Supongo II. Como curiosidad, también estaba presente en un pack en CD que se lanzó con todos (o casi todos) los juegos de Opera, llamado Opera 25.
La doble carga, en acción
Una de las cosas que puso de moda Dinamic, era lo que llamaron FX Doble Carga. Normalmente, las dos cargas eran partes diferenciadas del juego y se encontraba una en cada cara del cassette. En este caso, evidentemente Opera no utilizó esa terminología, pero sí que utilizó la doble carga, dividiendo el juego en 2.
En la primera parte, aún no nos encontraremos en alta mar, si no en una inhóspita isla, repleta de piratas, que querrán acabar con nuestra vida, usando sus sables, trabucos o, incluso, bombas. La lucha es un tanto desigual, puesto que nosotros solo podremos hacer uso de nuestros puños y patadas en el aire, pero eso importa poco si tenemos pericia conseguiremos avanzar.
A medida que avancemos, el número de enemigos será mayor y más difícil, hasta llegar al muelle cuya pasarela nos llevará a la segunda parte del juego y el que tenía grabado en la memoria: el barco pirata. Lo que son los recuerdos porque, realmente, esta parte era la final y mucho más corta que la primera, pero mientras toda la parte de la isla la tenía bastante olvidada, la del barco, no.
Sea como fuere, en esta segunda parte al menos dispondremos de un sable, y tendremos que ir trepando por los distintos mástiles, recogiendo las banderas pirata, matando enemigos, esquivando los barriles rodantes que pasarán por cubierta, hasta poder llegar a la proa y rescatar a nuestra querida dama.
En esta segunda parte, sin duda alguna, los enemigos más molestos son los pájaros, los odiaba profundamente.
Visto ahora, el juego no parece ni de los mejores ni de los más completos de la compañía, pero el nivel de detalle del barco era alucinante para la época que, supongo, era lo que hace que lo recordase hasta ahora, más de 30 años después.