La compañía húngara Novotrade (posteriormente conocida como Appaloosa Interactive) lanzó en el año 1992 el que casi con toda seguridad sea su mejor juego, Ecco the Dolphin y que también ocuparía un lugar destacado dentro del catálogo de Megadrive.
En el juego tomamos el control de Ecco, un delfín mular, quien nada más empezar ve como toda su manada es secuestrada sin poder hacer absolutamente nada. En la persecución por salvar a sus congéneres topa con Asterito, un inestimable aliado que nos ayudará en nuestra lucha contra los "Vórtices", una especie venida del espacio exterior cuyo objetivo es sustituir las formas de vida terrestres por las de su planeta. Asterito nos proporcionará ciertos poderes que nos serán de gran ayuda para poder avanzar en el juego.
Deberemos guiar a Ecco a través de 25 pantallas a lo largo y ancho del mundo, todas ellas de scroll lateral en 2D. La jugabilidad era, sin duda alguna, uno de sus puntos fuertes, ya que el manejo del delfín es impecable. Además del nado habitual de un delfín, disponíamos de dos movimientos adicionales, un ataque en embestida y el uso del sónar. La embestida nos será útil para sortear ciertos peligros como los tiburones, mientras que el sónar lo utilizaremos para comunicarnos con otros seres de nuestra especie.
Sin embargo, al avanzar en el juego, el sónar evolucionará y se convertirá en una arma mortalmente poderosa. También hemos de tener en cuenta que el sónar nos ayudará a localizar enemigos. Es importante tener en cuenta dos medidores en el juego, por una parte la vida de Ecco, que podremos recuperar comiendo peces, y por otra parte el nivel de oxígeno, que podrá ser rellenado saliendo a la superfície o en bolsas que quedan entre las rocas.
A pesar de la apariencia adorable de nuestro protagonista, Ecco the Dolphin no es un juego sencillo. Sus laberínticos niveles, unido a su multitud de trampas, como pinchos en las rocas, y los enemigos que reaparecen, nos harán sudar la gota gorda. Sin duda alguna, hay que destacar la calidad artística de algunos de los enemigos que aparecen, recuerdo especialmente una especie de pulpo gigantesco amarrado a las rocas que nos hará pasar un mal trago.
La peor parte del juego es tener que avanzar a toda prisa para evitar quedarnos sin oxígeno, sorteando las rocas y salientes ya que al chocar con ellos perderemos vida. Por si fuera poco, encontraremos obstáculos que tendremos que destruir con nuestra embestida.
Para que nuestra experiencia sea algo más liviana, y al no ser un juego corto, en cada nivel que avanzábamos se nos proporcionaba un password para poder empezar desde esa pantalla, algo que agradeceremos sobremanera puesto que algunas son realmente difíciles y empezar siempre desde 0 podría ser bastante trágico.
Resumiendo, estamos ante uno de los grandes títulos de Megadrive, y uno de los más recordados. Pocos serán los poseedores de la 16 bits de Sega que no hayan jugado (y disfrutado!) de este genial plataformas.